Nicolás Careaga Ciervide, presidente del Colegio Oficial de Podólogos de Navarra, tiene muy claro que la diferencia entre correr y andar "no tiene nada que ver" desde el punto de vista podológico. "Es otro mundo. Los impactos que se tienen en carrera se reducen una cuarta parte al andar y la abrasión que sufre la suela del calzado no es tampoco la misma", afirma. Por eso, una zapatilla de running que pierde sus condiciones para la carrera "tiene bastante más vida más allá del deporte" y sigue siendo idónea para usarse en actividades más tranquilas como pasear. "Lo importante es que no haya perdido su estructura ni tenga rota la tela exterior o sufra un desgaste excesivo", dice.
Eso sí, advierte que a la hora de correr, sí hay que ser más exigente. La elección del calzado adecuado a cada persona y a su tipo de pisada es clave. "Es fundamental. Para un corredor sus zapatillas son como los neumáticos de un coche. Son lo que amortigua y protege al pie del suelo", explica.
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