Antonio Hernanz lanza la pregunta al aire con tono socarrón. Es la voz de la cuarta generación de la Alpargatería Casa Hernanz. Negocio que no ha conocido la crisis, que vende entre 400 y 500 pares "un día bueno", en invierno y en primavera, a turistas de países mediterráneos y a rubios de piel blanca que añoran el sol. "Son las cosas de la moda". Pasan unos minutos de las 9.30 horas. En la calle Toledo, las aceras están recién regadas; en el número 18 hace media hora que han subido el cierre. En el interior, una americana, una madre y una hija colombianas y dos japonesas tratan de decidirse entre los cientos de modelos que cuelgan en las paredes y se distribuyen en estanterías por este modesto establecimiento. El 'spanglish' es el idioma del lugar.
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