COLUMNA: Conflicto ¿Cómo se pelean y ganan las guerras?

A medida que la primera gran guerra terrestre transfronteriza en Europa, desde la Segunda Guerra Mundial, avanza en su segundo año y comienza el asalto terrestre de Palestina, tras el ataque terrorista a Israel, lo que despierta recuerdos de la Guerra de Yom Kippur, parece que se vuelve sombríamente relevante echar una mirada a la manera en que se libran las guerras en la era de la Pax Atómica.

Hace apenas unos días, salió a la venta el libro “Conflict: The Evolution of Warfare from 1945 to Ukraine” (Conflicto: la evolución de las guerras de 1945 a Ucrania, de ahora en adelante “Conflicto”). Esta es obra de dos expertos en materia militar: David Petraeus, uno de los principales pensadores militares de Estados Unidos, coautor del manual de campo del ejército estadounidense sobre guerra de contrainsurgencia, además de haber supervisado el aumento de tropas en Irak en 2007. El otro autor es Andrew Roberts, un historiador británico que ha escrito sobre el liderazgo militar desde principios de los años 1990. El primero aporta una visión profesional de la estrategia político-militar; el segundo, ofrece un enfoque histórico al tema de la destrucción masiva. El objetivo de ambos autores es proporcionar algo de contexto al entramado de conflictos modernos y echar un vistazo a las características de las guerras venideras.

En una reseña de dicho libro, escrita por Jonathan W. Jordan, se nos narra como “Conflicto” deja en claro que la historia militar moderna es una sucesión de asociaciones y acuerdos que buscan principalmente contrarrestar los desafíos violentos de nacionalistas, terroristas y dictadores. En esta entrega combino elementos de dicha reseña, con mis propias ideas respecto del libro, con el fin de compartir con el lector muchos de los conceptos de esta obra recién publicada.

El libro reconoce que tratar de detallar cada conflicto armado desde el final de la Segunda Guerra Mundial requeriría varios volúmenes, por lo que los autores optaron por priorizar “los conflictos que han contribuido a la evolución de la guerra”. La selección incluye todas las guerras estadounidenses importantes del período, la guerra de independencia de Israel, las guerras de los Seis Días y de Yom Kippur, las Malvinas y la guerra entre Irán e Irak. También está presente un examen de las guerras de descolonización en Cachemira, Malasia, Indochina francesa, Argelia, así como los conflictos nacionalistas de la década de 1990 en Osetia, la ex Yugoslavia y Ruanda.

El libro comienza mencionando que el siglo XX fue el más brutal de todos los siglos de existencia humana; Se estima que en la primera mitad del siglo XX ya habían muerto violentamente más personas que en todos los siglos anteriores juntos.

En su primera mención a Rusia, los autores señalan que obtuvo una gloria intachable en 1945 por haber proporcionado los océanos de sangre necesarios para librar al mundo del mal del nazismo. Por cada cinco soldados muertos luchando contra la Alemania nazi en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial, cuatro murieron en el Frente Oriental. Sin embargo, desde 1945, Rusia ha estado mal gastando su crédito por ese gran servicio a la humanidad, y ahora más que nunca lo hace con la invasión a Ucrania por parte del presidente Vladimir Putin.

Señalan que cuando se hace bien, un liderazgo estratégico exitoso puede mejorar incluso las situaciones más desventajosas. Sin embargo, cuando se hace mal, éste puede convertir una victoria en una derrota segura. Los líderes deben poder dominar cuatro tareas principales:

Los estadistas y soldados que realizan adecuadamente estas cuatro tareas son los ejemplos que se destacan en la historia militar.

La muerte de los sueños de paz

En una de las primeras reflexiones del libro, se menciona que después de la Primera Guerra Mundial, muchos asumieron que la acumulación de armamentos era fundamentalmente desestabilizadora, pero la Guerra Fría sirvió para refutar esta noción: los líderes con vastos arsenales nucleares descubrieron que una amenaza nuclear concentraba las mentes de los líderes mundiales y desincentivaba con éxito el conflicto directo entre superpotencias, aunque a favor de conflictos limitados y guerras proxy. Y eso es lo que sucedió en los siguientes 75 años de guerras que cubre el libro “Conflicto”.

Los historiadores han debatido durante mucho tiempo quién fue el responsable de la Guerra Fría que estalló sólo unos meses después de la rendición de Japón (y que de hecho ya estaba en marcha antes de que casi se retomaran las hostilidades en el momento del Puente Aéreo de Berlín de junio de 1948 a mayo de 1949). Desde la apertura de los archivos soviéticos a principios de la década de 1990, quedó claro que, desde el mismo momento en que terminó la Segunda Guerra Mundial, Joseph Stalin tenía la intención de extender el marxismo-leninismo dondequiera que encontrara una falta de determinación Occidental. Después de todo, Vladimir Lenin había afirmado que un choque entre comunismo y capitalismo era inevitable.

Los conflictos

En cuanto a las primeras luchas de la posguerra, el libro menciona que la brutal guerra civil de China que llevó a la independencia de Formosa (hoy Taiwán), demostró “que la guerra de guerrillas emprendida según principios militares maoístas por fuerzas más pequeñas podría, en última instancia, tener éxito contra un gobierno respaldado por Occidente”. Esta forma de conflicto se desarrollaría durante los siguientes 40 años, desde Vietnam hasta Nicaragua, con superpotencias rivales asumiendo papeles de soporte a estos grupos guerrilleros.

El teórico militar prusiano y teórico Carl von Clausewitz describió la guerra como hacer política por otros medios y así como la política no terminó en 1945, tampoco acabó la guerra. Mencionaba que la primera tarea de un líder estratégico es acertar en la identificación de las grandes ideas. Entre los que han tenido éxito figura Gerald Templer, que se convirtió en alto comisionado británico para Malasia en 1952 y cuya referencia a la necesidad de ganarse "los corazones y las mentes de la gente", se nos dice, "sigue siendo la explicación más sucinta sobre cómo ganar una campaña de contrainsurgencia". Por el contrario, las fuerzas nacionalistas en China, los franceses en Argelia y los estadounidenses en Vietnam se equivocaron en las grandes ideas y pagaron un alto precio por sus errores.

El libro “Conflicto” es eficaz al argumentar la importancia de supervisar la implementación de las grandes ideas e impulsar la ejecución del plan de campaña de manera implacable y determinada. Los estudios de caso de la guerra de Yom Kippur, los fracasos del mantenimiento de la paz en múltiples regiones en la década de 1990, así como la experiencia de Estados Unidos en Irak y Afganistán, demuestran los peligros de la complacencia y la falta de inversión. Reconoce que la guerra es altamente situacional e incluso en medio de un conflicto, los factores que la impulsan pueden cambiar dramáticamente. El enfatizar la comunicación y la preparación ayuda a minimizar las fisuras que provocan que los planes fracasen.

Los capítulos más largos cubren Irak y Afganistán, donde la disfunción política de cada país empantanó el éxito militar. Sobre el colapso en 2021 de las tropas gubernamentales de Afganistán, que habían sido tan costosamente entrenadas y equipadas bajo los presidentes estadounidenses Bush, Obama, Trump y Biden, Petraeus comenta que “las tropas fueron lo suficientemente valientes: los 66 mil soldados afganos muertos durante la guerra dan cuenta de ello”. Pero lucharon para un gobierno a menudo corrupto e incompetente que nunca se ganó la confianza de las comunidades locales, que históricamente habían determinado el equilibrio de poder dentro de Afganistán”.

La guerra de Ucrania

La invasión rusa de Ucrania en 2022 sirve como estudio de caso del libro sobre cuán gravemente puede tropezar Goliat contra David. Como hizo Hitler con Stalin, el presidente ruso Vladimir Putin puso sus esperanzas en que le daría un rápido knockout a Ucrania. Cuando eso fracasó, la corrupción, la logística improvisada, la falta de superioridad aérea, la falta de preparación para una reacción económica y la falta de apoyo público masivo en Rusia condenaron al fracaso las posibilidades del país de una rápida victoria. Al observar el reciente aumento tanto en el gasto militar alemán como en el suministro de armas europeas que llegan a Ucrania, así como la expansión de la OTAN para incluir a Finlandia y probablemente a Suecia, los autores concluyen que, "al proponerse hacer grande a Rusia otra vez, Putin en realidad estaba haciendo que la OTAN volviera a ser grande".

La discusión que se hace en el libro sobre la guerra en curso en Ucrania es la más convincente en términos de validar su tesis de la importancia de transmitir correctamente las ideas.  Petraeus y Roberts muestran efectivamente al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky como un “líder verdaderamente churchilliano, que desempeña magníficamente cada una de las tareas clave de un líder estratégico”. Por su parte, Putin y el liderazgo ruso demuestran la antítesis. Los autores mencionan que afortunadamente ellos fracasaron espectacularmente en el desarrollo de una gran idea y en el desarrollo de la estructura organizacional necesaria para llevar a cabo una visión estratégica.

Los autores también proporcionan evidencia de cómo una moral y una disciplina superiores han ayudado a los soldados ucranianos contra sus adversarios rusos. Reconociendo el peligro de analizar una operación importante en curso, el libro “Conflicto” no busca predecir el resultado de la guerra en Ucrania, limitando su análisis simplemente a lo que ya ocurrió.

Los autores cubren ampliamente el papel de las sanciones económicas, la manipulación de las redes sociales y el activismo de los consumidores en la guerra de Ucrania. Señalan que el control de Elon Musk sobre el sistema de Internet satelital Starlink le dio un poder de veto único sobre las operaciones ucranianas en Crimea. “Con magnates individuales como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos ejerciendo un poder tan extraordinario”, nos dicen los autores, “las guerras del futuro tendrán que tener en cuenta su influencia”.

Las guerras del futuro

Al final de la Primera Guerra Mundial, la guerra abarcaba los tres elementos terrestres (tierra, agua y aire), y al final de la Segunda Guerra Mundial, las capacidades en el aire y bajo el mar estaban resultando decisivas en teatros muy diferentes. Hoy en día, la tecnología emergente nos deja razonablemente confiados en que las guerras futuras se librarán en aún más dimensiones (entre ellas el espacio y el ciberespacio), algunas de las cuales están en su infancia pero que ahora se están volviendo cada vez más importantes y, de hecho, centrales para los conflictos modernos.

Por lo tanto, es probable que los conflictos futuros disminuyan en su alcance geográfico claro -aunque ese seguirá siendo el principal foco de atención de las grandes potencias- y al mismo tiempo lleguen a áreas más amplias que nunca. En un mundo en el que todo el mundo tiene una computadora en el bolsillo, casi todas controladas por unas pocas empresas, el espionaje, el sabotaje corporativo, la subversión, los ciberataques y la desinformación en línea pueden convertirse en métodos muy eficaces de lucha futura.

En las guerras del siglo XX, los militares fueron pioneros en avances tecnológicos. Áreas como la informática, la criptografía, el radar, la cirugía plástica e Internet habrían tardado más en emerger si no hubiera sido por la financiación militar inicial. Hoy ocurre algo al revés. Después de haber dedicado tanto tiempo a las formas tradicionales de guerra e invertido grandes cantidades de dinero en ellas, los ejércitos occidentales ahora se encuentran aún más dependientes de los avances civiles en robótica y sistemas cada vez más autónomos para iluminar sus puntos ciegos y proporcionar los medios para identificar y responder. a tales amenazas.

Es así que el capítulo final del libro perfila los contornos de conflictos futuros. La inteligencia artificial, los monopolios de minerales estratégicos y las “guerras híbridas” (donde las armas incluyen información falsa, manipulación política, guerras proxy y ataques cibernéticos) son el elemento característico de las próximas guerras. "La guerra híbrida atrae especialmente a China y Rusia, ya que son mucho más capaces de controlar la información que reciben sus poblaciones que sus adversarios occidentales", advierten los autores. Y como la línea entre guerras limitadas y totales se vuelve más borrosa cada año, el combatiente de la próxima guerra podría ser una mujer sentada frente a una computadora controlando una serie de drones, un experto en informática pirateando una red eléctrica o un diseñador de robótica que refina sistemas de armas de energía dirigida.

El libro “Conflicto” fue escrito antes del reciente estallido de la guerra entre Hamas e Israel, donde un ataque terrorista coordinado provocó en principio una respuesta militar bastante convencional. Mientras hombres armados se dirigen a los lugares de la masacre en camionetas y misiles de precisión son lanzados en respuesta a Hamas, la advertencia introductoria de los autores salta a la vista: “La guerra evoluciona; no es estática. Sin embargo, es evidente que la guerra también es capaz de retroceder repentina y sorprendentemente”. Muchos de los elementos que “Conflicto” analiza (el uso de drones de bajo costo, los ataques contra la infraestructura, el poder de las redes sociales y el patrocinio de potencias externas, por nombrar sólo algunos) aparecen en nuestras pantallas en tiempo real, recordándonos que “por lo tanto, todavía vale la pena estudiar la guerra”.

El libro concluye mencionando que el filósofo griego Platón tenía razón: sólo los muertos han visto el fin de la guerra. Contrariamente a lo que se esperaba ampliamente a principios de este siglo, el mundo ni siquiera ha visto el fin de las grandes guerras que involucran a grandes fuerzas convencionales, y mucho menos el fin de las llamadas guerras pequeñas: insurgencias, campañas terroristas y guerras de guerrillas. Más allá de eso, las armas nucleares, que claramente siguen siendo un elemento crítico de los arsenales y regímenes de disuasión de las superpotencias y las principales naciones, ciertamente no han impedido las guerras; por el contrario, en varios casos parecen simplemente haber puesto límites indefinidos a la guerra en lugar de prevenirla.

“Conflicto” termina haciendo una mención fuerte y enfática sobre los riesgos de aislacionismo de las superpotencias, la importancia de tener el ejército que aprenda más rápido y contar con líderes que permanezcan involucrados desde el desarrollo de una idea hasta la verificación de su implementación. Esto es apropiado ya que, en todo momento, el libro destaca hábilmente que la guerra es un esfuerzo humano y que la inversión, la comprensión y la comunicación por parte de los líderes estrategas y los soldados individuales pueden superar las grandes disparidades en tecnología.

Director General GAEAP*

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