COLUMNA: Lo único a lo que debemos temerle es a la extinción.

A lo largo de este año hemos leído múltiples artículos y reportajes respecto a cómo es que la inteligencia artificial puede conducir a la extinción humana, por lo que reducir los riesgos asociados con la tecnología debería ser una prioridad global. Varios expertos de la industria y líderes tecnológicos, recientemente mencionaron en una carta abierta que "mitigar el riesgo de extinción debido a la IA debería ser una prioridad global junto con otros riesgos a escala social, como las pandemias y la guerra nuclear".

Si bien no aborda el tema de la inteligencia artificial, recientemente me topé con un excelente artículo editorial de James George Jatras, publicado el 6 de septiembre en el portal de internet del Instituto Ron Paul para la Paz y la Prosperidad, titulado “Lo único que debemos temer es la extinción misma,”. En esta pieza se expone una amplia relatoría de cómo es que ahora la mayoría de las personas no tienen noción de diversas acciones, por parte de una elite internacional, que nos ponen en enorme riesgo y nos están llevando al fin de la humanidad. Es un texto largo, pero que sin duda vale la pena repasar.

James Jatras es un ex diplomático estadounidense y durante mucho tiempo jefe del centro de política exterior del Comité Republicano del Senado de Estados Unidos.

El artículo comienza mencionando que hoy en día es difícil para cualquier persona menor de 50 años apreciar cuán genuino y generalizado era el temor a un holocausto nuclear durante la Guerra Fría (1947 a 1991) entre los bloques liderados por Estados Unidos con la OTAN y la Unión Soviética con el Pacto de Varsovia.

Los libros, las películas y la televisión reflejaron y avivaban la ansiedad popular sobre el posible “fin de la civilización tal como la conocemos”. El apogeo de esto fue en las décadas de 1950 y 1960, con libros como The Long Tomorrow (1955) y On the Beach (1957, con una adaptación cinematográfica de 1959), y películas como Fail Safe, Seven Days in May, Dr. Strangelove (todas en 1964, apenas dos años después, cuando el susto de la vida real de la crisis de los misiles cubanos de 1962 estaba fresco en la mente de la gente).

Pareció haber una cierta pausa, durante la década de 1970, con la distensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética bajo los presidentes estadounidenses Nixon, Ford y Carter, reflejando quizás también la simpatía de las elites por el socialismo y una futura convergencia esperada entre los grupos ideológicos, que en un nivel básico compartían los mismos valores globalistas y materialistas. Pero el terror nuclear regresó con fuerza en la década de 1980, con la película “El día después” (1983) y la película animada “Cuando el viento sopla” (1986). Y quién puede olvidar el encantador vídeo musical de Nena de 1983, Neunundneunzig Luftballons (99 globos rojos).

La izquierda, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo, fue unánime en que Ronald Reagan, un anticomunista confeso, era un vaquero imprudente que quería hacer estallar el planeta. Como lo expresó el cantante Sting en su canción de 1985, “The Russians”:

 

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